El jazz en el agridulce blues de la vida

Wynton Marsalis, Carl Vigeland

239 p., Ediciones Paidós, 2002
Wynton Marsalis es uno de los trompetistas de jazz más reputados actualmente, una fama que se ganó a pulso, con mucho esfuerzo y trabajo. En este libro, escrito a dos manos, podemos encontrar la respuesta al por qué Marsalis ha logrado llegar tan alto pues nos ofrece una serie de reflexiones en torno a lo que es la vida de un músico en gira, de los momentos de la composición, de lo profundo que es el vínculo que lo une a su oficio y de cómo, más allá de lo que pueda representar comercialmente, lo que importa es dejar satisfecho al público al que se debe.
El jazz en el agridulce blues de la vida nos muestra aspectos de la última gira realizada por Marsalis y su septeto, en 1994 -antes de que el trompetista conformara la Lincoln Center Jazz Orchestra-, los momentos que comparte con sus compañeros de banda (juegos de baloncesto, comidas en casa de familiares), los encuentros con estudiantes que lo esperan en universidades para clases magistrales, el contacto con el público. Si se le compara con obras similares, como Viajando con los Rolling Stones de Robert Greenfield, este libro puede resultar lento. Y es obvio, ese es su ritmo y así suenan en ocasiones el jazz y el blues, músicas que invitan bastante a reflexionar. Si escuchamos algunas piezas grabadas por Marsalis en esa época, es posible encontrar la relación entre el ritmo de la publicación y su música.
Como coautor del libro encontramos a Carl Vigeland, un periodista que se ha especializado en escribir acerca de música y deportes, con varias publicaciones en su haber, casi todas del mismo corte: acompañar artistas o golfistas -particularmente- en sus giras y narrar lo que ocurre al interior. La verdad, no he leído nada más suyo, pero es bien interesante su estilo, involucrándose de tal forma con el personaje o el grupo, que llega a sentirse como un miembro más y no como un simple observador y anotador de lo sucedido.
El hecho de que el texto de Vigeland y las reflexiones de Marsalis se encuentren mezcladas a lo largo del libro le da todavía más ese carácter jazzístico, en el sentido de la improvisación musical en la que, por momentos, pareciera que cada músico de la banda fuera por su lado pero al final todos confluyen en un mismo punto para darle forma completa a la pieza. No he realizado el experimento de leer aparte las reflexiones de Marsalis y luego las anotaciones de Vigeland -o viceversa- para percibir su sonido, pero igual es una variación que, como en la música, puede ser intentada.
Así es El jazz en el agridulce blues de la vida, y así es la vida también. Una suerte de reflexiones e improvisaciones que siempre van a resultar completando un todo.
“Hay una analogía mejor con el uso del lenguaje. Todo el mundo lo utiliza. Hay maneras de responder a determinadas preguntas, pautas para expresar los pensamientos y demás, pero aun así el intercambio de ideas y sentimientos a través de las palabras entre las personas ocurre gracias a la improvisación. El impacto es mayor cuando un poeta utiliza el lenguaje de manera creativa. El lenguaje, entonces, se convierte en arte. Y deja huella si te tomas el tiempo de comprobarlo” (página 90).