Patty Diphusa
Pedro Almodóvar
Anagrama, 2007, 217 pp.

Leer esta colección de relatos es casi como ver una película del director español. Vemos cómo Patty se mueve en un ambiente sórdido, más bien su mundo, y se va encontrando con personajes que tienen gran cantidad de cosas extrañas dentro de su manera de ser, típicos de la imaginería “almodovariana”, podríamos decir que son freaks o tiene su “raye”.
Primero que todo, hay que decir que Patty es actriz de fotonovelas porno, nunca duerme y se la pasa caminando por diferentes lugares de Madrid en los años 80 y 90. La base de su conversación y tal vez lo primordial de sus encuentros es el sexo. La mujer no piensa en otra cosa y termina involucrada con todo tipo de hombres: taxistas, estudiantes, un grupo de violadores y hasta una pareja homosexual.
“Seguro que me tomó por una mujer de vida ligera, y se equivocaba, soy una mujer de vida vertiginosa”, dice Patty acerca del hombre que la recogió en su coche después de que cuatro hombres la violaron.
Más allá de los graciosos acontecimientos, traídos de los pelos del cineasta español, encontramos cierto nivel de crítica a la sociedad del momento, con una particular descripción de lo que ocurre y al final, entre chiste y chanza, se van formando imágenes y una reflexión en medio de palabras jocosas.
Los relatos de Patty fueron publicados por Almodóvar en la revista Luna y están divididos en dos partes: primero en la década del 80, cuando está la movida en pleno y Patty es la reina, aunque tenga que rogarle a los hombres que le pidan un autógrafo. La segunda etapa está en los años 90 –el cineasta dejó de publicar durante un buen tiempo su columna– y coincide con el comienzo de un periodo muy íntimo del director español, que luego se traduciría en películas como “Carne trémula”, “Hable con ella” o “Volver”.
Como complemento a los relatos de Patty Diphusa, encontramos una serie de reflexiones en torno a la realización y dirección de cine, todos con ese encanto humorístico propio de Almodóvar, que nos llevan sencillamente a conocer su pensamiento.