Nunca me abandones
Kazuo Ishiguro
Anagrama, 351 pp.
2005
Este es mi primer acercamiento a la literatura de Ishiguro y, la verdad, cumplió con lo que yo esperaba. Había escuchado acerca de su escritura excelsa, de su narración rítmica, de las palabaras medidas y justas. Todo eso lo encontré en esta novela que nos muestra un colegio británico, privado, ubicado en el campo, narrando lo que acontece a los jóvenes que allí estudian y que poco a poco se va transformando en una novela de ciencia ficción, pues los seres que allí residen son producto de la clonación humana. A pesar de recibir educación especial, como si fuesen a ser los futuros líderes de Inglaterra, los muchachos están siendo preparados para suministrar sus órganos a los humanos que los necesiten. Es decir, en estos colegios se crían los repuestos que va a usar la humanidad en años posteriores.
A través de los recuerdos de Kathy, vamos viendo cómo estos muchachos van creciendo como si transcurrieran dentro de un ambiente normal de juventud, con sus intrigas, sus amoríos y algunas inquietudes acerca de su sexualidad. Poco a poco el autor va soltando la información necesaria para que nos demos cuenta de que estos jóvenes no son “normales”. A pesar de la tristeza que envuelve el ambiente a lo largo de la novela, encontramos cómo por medio de la amistad y del amor es posible llegar a superar las crisis que se presentan en nuestra vida, especialmente si se tiene en cuenta que en algún momento partiremos de este mundo.
A continuación algunos apartes de la entrevista que concedió Ishiguro al diario argentino La Nación, con motivo de la presentación de esta novela en Argentina:
¿Ciencia ficción? ¡Sus lectores deben de haberse sorprendido mucho!
No lo llamaría ciencia ficción, aunque este libro fue en general catalogado en ese género. Más bien, me gusta pensar que es una ficción alternativa, del estilo «¿qué habría pasado si Kennedy no hubiese sido asesinado?». Yo aquí presento qué podría haber ocurrido en Inglaterra con un desarrollo científico mayor. No es que haya empezado diciendo «Voy a escribir sobre la clonación», ni que jamás haya querido contribuir al debate sobre las células madre y esas cosas. Soy un escritor y éste es puramente un recurso literario.
¿Cómo nació el libro?
A comienzos de los años 90 me puse a escribir una novela sobre un grupito de estudiantes que tenían algo distinto pero que básicamente discutían de libros, se peleaban y se enamoraban como todos los demás. Sabía que un destino extraño los aguardaba, pero no sabía exactamente cuál, y entonces abandoné el proyecto. Un par de años más tarde volví a intentarlo con el tema de las armas nucleares, dándole un tinte a la cuestión, pero no funcionó. Finalmente en 2001, cuando todo el mundo estaba con el asunto de la ovejita Dolly, escuché un programa científico en la radio y se me ocurrió que si mis protagonistas fuesen clones, creados para que los seres humanos pudieran usarlos en transplantes y descartarlos, la historia tendría una lógica, y todo cerró. Lo que yo quería contar era que la vida humana es limitada y todos debemos enfrentar el envejecimiento y la muerte propia y de los seres amados. Que por eso siempre tenemos en el fondo de la mente ese sentimiento de que nos estamos quedando sin tiempo y que siempre está latente la pregunta de qué es lo que hace que la vida valga la pena ser vivida. Que estos chicos sean clones y que su vida vaya a ser por definición de unos pocos años simplemente hace que estos temas se vuelvan más urgentes. Para mí, la clonación fue simplemente una metáfora para hablar de la condición humana.
Más allá del tema científico, éste es un libro bastante distinto de los anteriores, ¿verdad?
A pesar de que en muchos sentidos obviamente éste es un libro muy triste, como suelen ser mis novelas, creo que por primera vez en mi carrera dejo un mensaje de alegría. Si bien estos chicos crecen para enfrentar su destino de «partes de repuesto», al escribir traté de retratar las cosas buenas de los seres humanos. Los personajes principales en el fondo son tipos básicamente decentes que, por supuesto, cometen errores, pero finalmente intentan corregir su rumbo y si le hicieron mal a alguien, piden perdón. Se dan cuenta de que lo que importa son las relaciones, no las posesiones, los sentimientos ni el estatus, ese tipo de cosas básicas. En mis novelas anteriores siempre me ocupé de los aspectos negativos del ser humano. Esta vez quería celebrar, aun en el contexto de vidas muy cortas, un mensaje muy simple: que la mayor parte de la gente tiene cierta dignidad.
Otra diferencia es que Kathy, la narradora, no suena tan reprimida como los narradores a los que nos tiene acostumbrados y que parecería que podemos confiar más en lo que dice. ¿Fue un giro para evitar ser encasillado?
Uno de los peligros de los que un escritor debe protegerse es el de repetir fórmulas simplemente porque funcionaron bien en el pasado. Los críticos siempre ponderaron a mis narradores «poco emotivos», por llamarlos de alguna manera, y casi casi se convirtieron en mi marca registrada. Pero tengo que ser cuidadoso para no confundir a mis narradores con mi propia identidad como escritor. Esto no significa que no volveré a los «reprimidos» si en una novela futura la narración lo requiere. En el pasado, mis narradores no eran muy confiables, no porque fueran unos dementes sino porque se engañaban a sí mismos, como hace todo el mundo. Al mirar atrás el fracaso de sus vidas, no podían ver las causas de manera clara y eso era algo que me interesaba explorar. O sea, servían a un propósito. Pero Nunca me abandones no trata sobre la manera como nos engañamos a nosotros mismos, así que un narrador de esas características simplemente hubiese obstaculizado el fluir de la historia.