(Prensa Alfaguara) Con estos Cuentos Reunidos/2 vuelve la obra de uno de los más grandes humoristas latinoamericanos, heredero de esa inmensa tradición argentina de la historieta de la que es santo patrón el creador de Mafalda, Quino, y acólitos aventajados el propio Fontanarrosa y la más joven Maitena.
El escritor rosarino vuelve ésta vez en su interesantísima e igualmente prolífica faceta de cuentista. Y este segundo volumen reúne cuatro libros de relatos publicados entre 1993 y 2001: Uno nunca sabe (1993), La mesa de los galanes (1995), Una lección de vida (1998) y Te digo más… (2001).
Si tuviera que elegir, Fontanarrosa seguramente elegiría el fútbol sobre todas las cosas: “Primero, ver fútbol. Segundo lugar, lectura. Probablemente el diario” ha dicho innumerables veces. Pero por suerte, y como prueba las múltiples actividades que desempeña y ha desempeñado –humorista, dibujante, escritor, periodista y publicista, entre otras—, Fontanarrosa encuentra tiempo para todo, hasta para jugar al fútbol:
“Defiendo a muerte el ocio no creativo, dejáme de romper las bolas con el ocio creativo. Yo defiendo mucho el tiempo al pedo, tanto como el del laburo. Aún intento jugar al fútbol, soy una cosa patética, pero el hecho de hacer un juego, lo que sea, hace que ese tiempo no estés pensando en el trabajo. Yo necesito algo que me limpie la cabeza. Habitualmente trabajo siete horas y media, termino a eso de las seis. Ahí caigo en el bar y estoy una hora y media boludeando con los amigos”.
Lo mismo pasa con sus temas, si bien el fútbol ocupa un lugar preponderante dentro de su mundo narrativo, este humorista gráfico –Fontanarrosa es creador de personajes emblemáticos de la historieta argentina como Inodoro Pereyra y Boogie El Aceitoso— transmutado en escritor, desgrana en sus relatos, con humor negro y una mirada más que ácida, no sólo la obsesión masculina por el fútbol y la perplejidad femenina ante ella, sino que abarca además la siempre sorprendente y cambiante realidad argentina, el box, las tradicionales diferencias entre sexos, el mundillo literario, la idealización de la infancia, las redacciones periodísticas y un larguísimo etcétera de pequeños universos que en otras manos resultan tópicos pero que en la pluma y los relatos de Fontanarrosa alcanzan cuotas hilarantes.
Pero no sólo se trata de humor, al menos no de carcajadas sin sentido, entre ironías y sonrisas, Fontanarrosa deja espacio para la reflexión, para la crítica política y social, para sacar punta a los vicios del mundo moderno, del nacionalismo recalcitrante y el abuso del poder. Todo ello desde una habilidad única para los diálogos y el habla coloquial, que ya hicieran famosas sus viñetas publicadas en infinidad de diarios y revistas.
Si de influencias se trata, Fontanarrosa reivindica non sanctas afiliaciones: “No me muevo bajo la influencia de consejos de maricones como Joyce o el inútil de Tolstoi. Yo sigo la línea marcada por un grande, Carlos Monzón, el fantástico boxeador campeón de los medio medianos. Pumba y a la lona”.
En los relatos de Fontanarrosa hay espacio para todo y para todos, desde aforismos igual de contundentes que un gancho a la mandíbula, el cuento policial, pequeñas y sorprendentes historias bélicas, narrativa de ciencia ficción, la Historia (así en mayúscula, como escribiría su colega y amigo Martín Caparrós) argentina y mundial.