Arturo Pérez-Reverte
301 p., Alfaguara
 
Nuevamente tengo en mis manos una novela de Arturo Pérez-Reverte: El pintor de batallas. Un título muy sugestivo, que pone a pensar en la saga del capitán Alatriste, en sus relatos de intriga y también en su anterior novela, la desafortunada Cabo Trafalgar. Con solo ver la portada y leer las cuatro palabras con las que el escritor español decidió bautizar su obra, viene a la imaginación algún tipo de acción de época, de esas aventuras de capa y espada muy al estilo de su famoso personaje o de las historias del gran Alejandro Dumas. Sin embargo, la sorpresa es enorme cuando leemos que el tiempo es actual y que los protagonistas son un fotógrafo de guerra retirado que se dedica a la pintura, un ex combatiente croata que viene a cobrar venganza y una mujer fallecida una década atrás.
Faulques es el fotógrafo, quien luego de más de treinta años de oficio, decide retirarse a un pueblo en la costa española para pintar, en una torre de vigía, un mural que aglutine todas las batallas de las cuales ha tenido noticia, bien sea porque ha leído sobre ellas, porque vio sus imágenes en algún museo o porque fue su testigo. Markovic es el ex soldado, cuya imagen, captada por Faulques, llamó la atención de muchos medios de comunicación, fue portada de diferentes revistas y llevó al reportero gráfico a ganar importantes premios. Debido a esta fotografía, Markovic fue reconocido por sus enemigos y sometido a diversos vejámenes. Ahora quiere revancha. Olvido, finalmente, es la amante de Faulques, fallecida a causa de una mina en Croacia. Contrario a su nombre, la mujer permanece muy presente en los recuerdos del fotógrafo, en los que traza a cada momento, con su manera de pensar, las líneas por las cuales la pareja recorrió su vida.
El pintor de batallas es una novela de guerra, narrada sin dejar a un lado detalles mínimos de cada imagen y característica de cada personaje que se nos describe, como la de los prisioneros africanos abandonados en las orillas de los ríos, atados de pies y manos, para ser comidos por los cocodrilos o la frialdad del francotirador serbio que explica cómo elegir a una víctima. Al avanzar en sus páginas y al hallar las preguntas que el ex soldado le formula al ex fotógrafo, comenzamos como lectores a meditar si fotógrafos y periodistas pueden tomar partido en una guerra para, por ejemplo, salvar la vida de un condenado a muerte en el momento en que su verdugo tiene el fusil cargado, apuntándole al corazón.
Esta obra de Pérez-Reverte quiere hacernos reflexionar en torno al papel que juegan los corresponsales de guerra y también nos lleva a pensar hasta qué punto un conflicto se convierte en un espacio en el cual todos sus actores representan un personaje en torno a una cámara, bien de fotografía o bien de video, como si estuvieran dentro de una pieza teatral o posando para una pintura.